El profesor Jesús Alberto León es un ejemplo de la confluencia entre la ciencia y la literatura. Su destacada carrera en ámbitos como la biología, la matemática o la poesía; son el testimonio de un pensador apasionado con una vida dedicada al conocimiento, del mismo modo en que los relatos de sus conocidos nos hacen ver que esa obra parte de un maestro profundamente humano, para quien su labor como docente no consistía en impartir clases, sino, como él mismo afirmaba, en contagiar irreverencias.

Nacido en La Victoria en el año 1940, fue docente e investigador del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y también profesor visitante en prestigiosas universidades internacionales como Harvard y Stanford.

Fue pionero en el uso de modelos matemáticos en ecología y evolución, con investigaciones publicadas en revistas científicas de alto nivel, lo que lo posicionó como una figura clave en su campo. Recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Francisco De Venanzi, el Premio Lorenzo Mendoza Fleury y el Premio Federico Riu de Filosofía, que reflejan su excelencia tanto científica como filosófica.

También fue un poeta, autor de libros como Habitar el instante y Desasosiegos, donde exploró con hondura temas existenciales como el tiempo, la memoria, la muerte y el cuerpo. Su escritura fue tan precisa como su pensamiento científico, y en ambos territorios dejó una marca profunda. Su amor por compartir el conocimiento le llevó incluso a la televisión, cuando junto a Adriano González León y Elías Pino Iturrieta fue jurado del programa Concurso Millonario, conducido por la actriz Doris Wells.

En una entrevista para El Universal, Jesús Alberto León afirmó que arte y ciencia compartían un mismo origen: la necesidad de comprender y explorar el mundo y a uno mismo, por esa razón dijo de su poesía que “se alimenta de lo que ocurre en mí y en mi entorno”, las inquietudes de carácter científico y filosófico que condujeron sus pasos en el transcurso de su vida, le han permitido dejar tras de sí un legado de conocimientos profundamente valiosos para la sociedad y la cultura venezolana, pero también de un profundo respeto y afecto para las personas que compartieron con él.

Su partida física a los 84 años nos obliga a despedir al hombre, pero su legado permanece vivo en sus libros, y en las personas que, en las aulas, fueron contagiados a contagiar críticas e irreverencias.